domingo, 17 de noviembre de 2019





El viento...

Es este viento frío y fiero que te hace cerrar los ojos y que no permite que las lágrimas
escurran libremente por tu rostro.
Es este viento gélido que cola en tus huesos viejos y cansados.
Es este viento que también encubre tus lágrimas y que permite que andes por las calles
sin que reparen en ellas.

Es sin duda el viento que cobra más fuerza cuando vas perdiendo las tuyas,
el qué te recuerda qué tus fuerzas se están marchitando, como tu rostro, como tu cuerpo,
como tu alma…



@carmencita.sp

jueves, 10 de enero de 2019

El primer beso...









                         Aquel primer beso bajo las escaleras a escondidas,

                                          esperado y temido,
 
                                              me hizo del cuerpo trizas.

                                                  Disparó mi corazón y quemó mis entrañas.

                                                     Me sacó de la Tierra y me alzó a un cielo que desconocía.

             






@carmencita.sp

martes, 6 de noviembre de 2018

La Rama...




Aquella rama batía en su ventana toda vez que soplaba el viento.
A principio le asustaba pero al final le cogió cariño.
Era su única compañía, la única que le hacía sentir algo.
La única que le hacía sentir viva.


© carmencita.sp

jueves, 21 de junio de 2018

El jardín y la envidia...

 





Habían sido plantadas en el mismo jardín. Se les había regado siempre
con cariño y apreciaban el mismo Sol, la misma Luna, bajo el mismo cielo.

Estaban siempre muy próximos el uno al otro, crecían y florían juntos,
compartiendo el mismo aire.

Anturio era bello y fuerte. Rosa era bella, delicada y desprendía un aroma
embriagador. Muchos la admiraban.

Anturio empezó a tener envidia de su compañera de jardín, de su delicadeza,
de su aroma y de su presencia.

En un día de tempestad, bajo un cielo cargado de nubes oscuras y de fuertes
rayos, ella se abrigó a su lado para protegerse de la tormenta.

En ese momento Anturio descubrió su fragilidad, no dudó y poco después
se lanzó sobre ella y la aplastó sin piedad.




© M del Carmen Barredo García




martes, 15 de mayo de 2018

Sueños Rotos...






La fortuna había sido lanzada, bueno, más bien el azar descubriría Samir, después de algunos años de haber nacido en aquél sitio. 

Era uno de cuatro hermanos compartiendo una habitación bajo un techo que no se podía llamar vivienda, más bien un cobijo en donde abrigarse por la noche. 

Había una cocina salón, dos habitaciones pequeñas y un baño fuera en un minúsculo patio, compartido con otros vecinos de igual suerte. Lujo ninguno había allí, al contrario, pero se querían, se ayudaban y algunos soñaban con un futuro mejor.

Los niños iban a la escuela con alegría. Estudiar podría abrirles una puerta a ese futuro, incluso aunque vieran que casi nadie se movía de su zona de nacimiento.

Samir tenía un sueño mayor, quería ser jugador de fútbol, salir de su país, ganar mucho dinero y volver a por su familia. Cuando venía de la escuela, después de comer, se juntaba con los vecinos y entrenaban en la misma calle en donde vivían. No era nada seguro ir muy lejos de sus casas.

Entre la escuela, los deberes, los partidos, ayudar a sus padres y hermanos no tenía mucho más tiempo, sólo para fantasear, mismo que día y noche estuviera atento, él y todos los que vivían allí.. 

A veces los juegos, las clases, la comida, sus sueños, eran interrumpidos por los aviones que pasaban cerca y por los gritos que se oían.

Estaban en guerra desde su primer recuerdo y por más que intentaran llevar una vida normal, los niños de Guta Oriental en Siria no lo tenían nada fácil.

Aquella tarde una bomba les cayó encima, destruyendo casas, matando a sus vecinos y amigos y cortando de golpe su sueño al perder una pierna. Jamás saldría de allí, jamás ganaría dinero y en la vida olvidaría la pesadilla vivida y consentida por todo el mundo y por su dios.


© M.del Carmen B.García

viernes, 19 de enero de 2018

Microrrelato






En aquel instante no sabía quién era exactamente y no podía detallar cómo se sentía.

Podía ser realmente ser un perro sucio, perdido y abandonado.

La única vida que recordaba era la de ese preciso momento, no sabía distinguir
si era mala o buena por más que lo intentara, no lograba compararla con ninguna otra.



@carmencita.sp



martes, 5 de diciembre de 2017

Mi pequeño ensayo sobre la ceguera...



Entristecido por su repentina ceguera, recordó lo mucho que había dejado de ver mientras podía hacerlo. Su ceguera no sólo era una cuestión física, pensó, era también ética.


Eran carencias humanas que impedían ver todo lo que pasa a su alrededor, por una apatía inherente a la condición humana o por la comodidad de no intervenir ni actuar, hasta que el mal nos toque a la puerta.


Se juró a sí mismo que si recuperase la visión haría mucho más por él y por su familia, sus vecinos y en general por todos los humanos.


*basado en el Ensayo sobre la Ceguera, José Saramago



@Carmencita.sp