martes, 5 de diciembre de 2017

Mi pequeño ensayo sobre la ceguera...



Entristecido por su repentina ceguera, recordó lo mucho que había dejado de ver mientras podía hacerlo. Su ceguera no sólo era una cuestión física, pensó, era también ética.


Eran carencias humanas que impedían ver todo lo que pasa a su alrededor, por una apatía inherente a la condición humana o por la comodidad de no intervenir ni actuar, hasta que el mal nos toque a la puerta.


Se juró a sí mismo que si recuperase la visión haría mucho más por él y por su familia, sus vecinos y en general por todos los humanos.


*basado en el Ensayo sobre la Ceguera, José Saramago



@Carmencita.sp

viernes, 1 de diciembre de 2017

Monotonía...



Regina trabajaba en una oficina de compras y ventas de piezas para coches.


Llegaba puntualmente a su trabajo a las 8:00, tenía una hora y media para comer y salía a las 19h30. Su trabajo era rutinario, monótono pero sin necesidades de grandes esfuerzos. Verificar precios, número de pedidos, si habían salido o no, graparlos y después de contabilizarlos en el ordenador, meterlos en una carpeta y ponerlos en la estantería adecuada. Todos los días eran iguales. Mismas horas, mismos movimientos y mismos resultados.


En la sala al lado estaba su jefe, una secretaria ya mayor de edad, un joven que hacía pequeños recados y alguna que otra vez, el técnico que venía a revisar los ordenadores de la empresa. Era un joven apuesto, listo, cortéz y que siempre la trataba con amabilidad.


Regina había tenido muchas ilusiones, había tenido, porqué ya las estaba perdiendo. Le faltaba ánimo, necesitaba su sueldo y temía arriesgarse en un mercado de trabajo tan flojo de oportunidades. Lo mejor era no perder lo que tenía asegurado.


En una de las tardes de visita del técnico, él la observaba desde el otro despacho y percibiendo el tedio en su rostro, resolvió hacerle un regalo sorpresa para animarla. Le mandó un salvapantallas con nubes en forma de algodón en un cielo azul de fondo. Fué a su mesa y le dejó un papelito que ponía: “Te mando un cielo azul con nubes para que te alegres, pero intenta ponerle el color que quieras para mitigar el pesar que transmites en tu mirada”


Regina le miró, sonrió y algo dentro de ella, como por milagro despertó.


Rápidamente cambió las nubes por rayos del sol que al entrar en la atmósfera, se rasgan generando una gama de colores que va desde el amarillo al violeta, como si fuera un arco iris.  


En un instante se dió cuenta que era el momento de salir de su comodidad y arriesgarse para no terminar como el vaso de flores pintado y de mal gusto que colgaba en la pared de la oficina.  


Esa noche salieron a cenar. El chico le abrió el corazón y ella abrió su alma hacia su libertad.     

© M.del Carmen B.García

miércoles, 25 de octubre de 2017

Oda a la Felicidad...



Teniendo en cuenta que la felicidad absoluta no existe, me contento en soñar con ella y tenerla en breves momentos de mi vida. También me hace feliz el hecho de haber nacido por fortuna o azar.

Me embelesa ver las hojas de otoño por dónde piso. Su color, su crujir, saber que volverán en la próxima estación y anhelar verlas otra vez. Me cautiva el olor que exhalan los libros usados, tienen además de lo escrito, la história de otras vidas que quizás compartieron las mismas emociones al leerlo.


Me entusiasma la inocencia que se ve en los ojos de los niños, como también me encanta la lealtad de algunos animales, capaces de dar la vida por alguien, aunque no se lo merezca. Me complace el ruido de la lluvia, y sentirme protegida bajo el calorcito de mi casa. Me seducen los ojos que hablan con la mirada, esos no engañan como las palabras porqué no saben mentir.


Pero lo que me haría realmente feliz sería ver un mundo nuevo, sin banderas, sin divisiones, sin miseria ni maldades y conviviendo en absoluta fraternidad a la espera de visitantes de otros mundos para confirmar que su legado resultó en algo bueno.


© M.del Carmen B.García

jueves, 12 de octubre de 2017

El viaje



Había caminado mucho mundo, cargando con el alma y una profusión de sentimientos, angustias y dudas.

Por cada senda que recorría más peso cargaba, más sueños e ilusiones, también tristezas, ansiedades, dolor además de un enfado constante por ser tan incauta.

Como una hoja de otoño, el viento la llevaba hacia dónde le dictara el corazón y así iba medrando su carga.

Había cruzado mares, montañas, nubes, arcoíris, tempestades como si fuera una prófuga de sí misma.

Lo único que jamás dejó atrás eran sus zapatos de piel que llevaban dibujada la cara de una niña con flores alrededor.

No podía y no quería olvidar su esencia durante su viaje.



 © M.del Carmen B.García


lunes, 7 de agosto de 2017

Pesadillas

                           


Aquella noche mientras dormía se aproximaron dos seres. Un ángel y un demonio. Los dos disputaban fieramente por su sueño. Ella soñaba sin distinguir si era una realidad o una pesadilla. Estaba en la cima de un rascacielos, bajo una noche estrellada y luchaba por salvar la vida de su madre. Aterrorizada asistía su lucha con el demonio que quería tirarla del alto, al mismo tiempo que le decía a la adormecida que se lo merecía y que por fin estaría libre de sus miedos. El ángel entretanto, le decía que luchara por su vida. Ella la temía, pero tirarla de lo alto no era lo que anhelaba. Optó por salvarla. Entre terror, aprensión y gritos se despertó empapada en sudor. La batalla había sido muy dura y real y mismo así, sintió un alivio por su decisión. Prefería la angustia diaria que el remordimiento eterno.



© M.del Carmen B.García

lunes, 10 de julio de 2017

Ojos azules...



Era bella. Tenía hermosos ojos azules, una piel muy blanca y un rostro moldurado por un pelo rizado muy negro. Poseía también una educación y cultura que la distinguían del resto de la gente de aquel barrio proletario. Por dentro algo se le había roto, algo que jamás logró superar. Su marido, en cambio, no tenía muchos estudios, pero aprendía todo cuanto se proponía. Era honrado y muy trabajador.


Lo único que parecía unirles y separarles al mismo tiempo, era su única hija, una niña revoltosa y desasosegada que disfrutaba de la calle porqué en ella podía sentir la libertad que tanto amaba. Era difícil mantenerla en casa. La sentía demasiado pequeña para vivir sus aventuras bajo aquellos ojos azules.


© M.del Carmen B.García

domingo, 9 de julio de 2017

Mi viaje en tren...



Había soñado y planeado ese viaje durante toda mi  vida. Lo tenía clavado en el alma desde uno de los primeros libros que había leído, Anna Karenina y quizás podría conocer la casita del jefe de estación en donde murió de pulmonía quien la inmortalizó, León Tolstói.

Me compré un platzkart, billete de tercera clase, una forma de viajar largas distancias en tren de manera económica y de estar en contacto directo con personas de un mundo más real. No quería lujos, sólo vivencias, me encantaba la cultura de la Europa del Este, injustamente pintados como los malos de las películas.

Me venía a la cabeza lo que afirmaba Álvaro Cunqueiro, “toda la literatura rusa estaba atravesada por un pitido de tren en la noche”. Quería confirmarlo por mi misma.

Pasaría por las blancas y convulsas estepes del Dr. Zhivago y conocería Tobolsk donde nació Dostoevsky y también Ekaterimburgo dónde está muy presente la tragédia de zar Nicolás II hasta el lago Baikal, cerca de Mongolia. Viviría en directo mucho de esa história triste que tanto me fascinaba.

Con mi billete tendría derecho a un vagón abierto con camas tipo literas que daban tanto a las ventanas como a los pasillos. Me pegué a la ventana de inmediato. Me venía a la cabeza con quienes iba a compartirlo. ¿Serían personas agradables? Estaba algo asustada, pero muy emocionada.

Luego al principio del viaje entraron más tres personas, una pareja y un hombre de mediana edad. La pareja seguramente era del este. La señora era el prototipo de sus bellas mujeres a pesar de no ser tan joven. El otro señor me saludó con una sonrisa franca. No estaría sola y de cierto modo me alegraba.

Al poco tiempo la señora me miró y me habló de modo cariñoso:

¿Viajas sola? Eres valiente ¿No?
¡Supongo que sí! Siempre lo he sido. Le respondí, sonriendo.
¿Es la primera vez que viajas en este tren?
¡Sí! Hace años que quiero hacerlo y me surgió la oportunidad. No quise perderla.
¡Haces bien¡ ¡Hay veces que si la dejas pasar no se repite!

Asentí con la cabeza y le sonreí. ¡Me gustó! No todo el mundo entabla conversación con desconocidos. Se parecía a mí y me dejó más a gusto.

El señor que me había saludado, empezó a hablarme y preguntarme de dónde era, que hacía, si tenía hijos, si estaba casada, esas cosas que se hacen para iniciar una amistad por unas horas. Me pareció que a todos nos disgustaba hacer ese largo viaje en soledad.

La señora que se llamaba Tatiana, abrió su pequeño maletín de viaje y sacó de él un juego de las famosas muñequitas rusas conocidas por matrioshkas y me las ofreció, preguntándome si conocía su significado. El marido se rió y le dijo que seguramente sí, eran ya conocidas en todo el mundo.

¿Las conoces? ¿Sabes su significado? Me preguntó.

Seguramente, le dijo su marido, todos en el mundo ya las conocen.
Nos reímos todos, pero las acepté con gusto, sería un recuerdo muy especial para mí. El otro señor, de nombre Akim, empezó a involucrarse más y cada vez me agradaba más su presencia. Era muy apuesto, dulce, culto y simpático. Su nombre lo decía todo, era un dios. Le encantó que me gustara la literatura de su pueblo y nos pasamos buenas horas hablando de ello, entre otras cosas.

¿Os apetece beber algo? Voy al bar. Aprovecho y les traigo alguna cosa para comer también.

Todos nos miramos, le agradecimos y aceptamos con gusto su oferta.

¿Voy contigo y te ayudo a traerlo?  Pregunté.

Mi intención era la de aprovechar más de su presencia. Creo que también le gustó la idea porqué la aceptó con una sonrisa..

Nos fuimos al vagón restaurante y nos trajimos patatas fritas, sopa y dumplings, cerveza y vodka ruso. Todo se lo pagó el caballero Akim, que a esas alturas ya sabía que era de Moscú, pero que vivía en Francia hacía años y que iba a visitar algunos parientes en Rusia, además de tratar de algunos negocios.

Después de horas entre conversaciones agradables y risas, la pareja se bajó del tren. Nos despedimos y nos cambiamos direcciones y teléfonos con la idea de volvernos a ver algún día. A ellos les encantaba España, sería un placer recibirlos en casa.


Akim y yo seguimos hablando como si nos conociéramos de mucho tiempo y aún así teníamos mucho que hablar. Se propuso a acompañarme hasta mi trayecto y que en la vuelta haría lo que había planeado. Ya casi éramos más que amigos y me gustaba la idea. Me llevó a conocer todos los sitios que pretendía,
explicándome en detalles su rica historia. No podría haber soñado con un cicerone mejor y más agradable.

Estaba realmente encantada con este viaje. Había estado en sitios de leyendas y de ensueño acompañada por un galante señor de los que no conocía hacía años. Todo me encandilaba. Estaba agradecida por haberme atrevido a hacer ese tan soñado viaje. Mi vida estaba cerrando un ciclo de una manera inesperada y mágica. Jamás lo hubiera imaginado.

El pitido del tren en la noche no había atravesado sólo la literatura rusa, definitivamente también había atravesado mi corazón..


© M.del Carmen B.García

martes, 4 de julio de 2017

Voluntariado...

                                           
                                               


"Colgada en una pared de color naranja chillón, la estantería rellena de cajas desorganizadas esconde innúmeras ilusiones de personas empeñadas en cambiar algunos destinos"


Mi pequeño homenaje a Mar de Niebla (MDN) en Gijón, que gracias a sus colaboradores voluntários, muchos pueden realizar sus sueños...

© M.del Carmen B.García

domingo, 2 de julio de 2017

A Eneida...



Éramos amigas inseparables. Teníamos problemas personales, quizás era lo que tanto nos unía. Era viernes y con un festivo por delante, solo volveríamos a vernos el miércoles. Eneida iría a la playa con su madre y hermano, yo me quedaría en la ciudad. Nos despedimos y nos deseamos un feliz fin de semana.
El miércoles por la mañana, antes mismo de llegar al colegio, algunas compañeras corrieron a preguntarme si ya sabía la triste notícia. Sorprendida, les pregunté qué había pasado. La respuesta me cayó como un rayo. Sentí como si la tierra quisiera tragarme. En aquel fatídico fin de semana prolongado, en una de las carretas que llevaban a las playas de São Paulo, se había producido un gravísimo accidente.
El de la camioneta que había invadido la otra pista por conducir borracho, se había roto la nariz. La otra conductora, estaba en el hospital en estado muy grave con su hijo pequeño que sólo se había roto una pierna.
Eneida entretanto, al ser expulsada violentamente por el parabrisas, había fallecido de inmediato. En el periódico salió la noticia con el titular de:
“Niña de 14 años muere en un trágico accidente de coche a camino de la playa”
 (A Eneida)


© M.del Carmen B.García



lunes, 26 de junio de 2017

El brindis...




Taller de Escritura.
Relatos Enredados: concluir.

Llegó el coche fúnebre y los coches que traían a los familiares del difunto alcalde. Todos sus partidarios y amigos estaban abajo en la puerta del cabildo esperando. Se peleaban por cargar el féretro. El sonriendo destapó la botella de cava que tenía guardada hace tres años esperando este momento y apoyándose en la baranda del balcón hizo un gesto de despedida.

Mi final:

Todos los que pasaban en ese momento por la calle y los presentes sintieron pánico al suponer que podrían presenciar una desgracia. Se escucharon gritos y súplicas, todos se desesperaron sólo con la idea de presenciar el suicidio.

Lo que jamás podrían imaginarse es que lo que realmente pretendía era ofrecer un brindis al destino por haberse librado finalmente de ese enemigo que le había atormentado los últimos tres años de su vida laboral, con una prepotencia y deshonestidad desmedidas. Por fin estaría libre de su mayor enemigo.



© M.del Carmen B.García



miércoles, 21 de junio de 2017

Deseo...


                                                         

DESEO.

  (a cuatro manos)

  
De fuego negro
tus ojos sueño
Tus dientes blancos
Luna llena en mi boca.
Tu pelo que vuela
entre mis sueños.
Tu frente amplia, planicie,
acoge mis besos.
En la colina
de tus piernas
anido mi aliento.

.


Alfredo, Geli, Yolanda y M.del Carmen B. García



domingo, 18 de junio de 2017

Temor a la oscuridad...

                             




Era noche. Ella curioseaba la calle desde su jardín. Llegó a salir, pero retrocedió aterrada al oír los gritos que retumbaban por las calles. Escondida tras el portón, observaba aquellas infaustas figuras que se ocultaban aguardando un transeúnte más despistado, de esos que aún no se había enterado de lo que estaba ocurriendo por el mundo. Pero ella sí lo sabía, lo había visto con sus propios ojos. Las calles eran un caos de gritos de horror y agonía. Los incautos que andaban por la noche eran atacados, destrozados y devorados por entes siniestros, que en guardia esperaban a sus presas.

Podría ser otra larga noche de horror, con imágenes terroríficas en la que se despertaría empapada en sudor, a los gritos y con mucha dificultad en volver a dormir. Era su peor pesadilla, frecuente y recurrente ya en muy tierna edad.


Por eso temía tanto a la oscuridad.




© M.del Carmen B.García


sábado, 17 de junio de 2017

A mi alma cósmica...

     



"Espíritu rebelde, estelar, intranquila y apasionada en cuerpo de mujer ya lejos de su juventud. Corazón que se define entre miradas y sonrisas. Dueña exclusiva de un alma cósmica y milenar."



© M.del Carmen B.García


jueves, 15 de junio de 2017

Un amor inadecuado...





Se querían desde la adolescencia. Se querían más después de adultos.

Se casaron. Ella ilusionada, él decidido a tenerla a su lado hasta el final de sus días. Compraron casa, tuvieron hijos. Llegaría el día de tener nietos y sabían que seguirían queriéndose de por vida. Pasaron los años y ella necesitaba algo más. Quería dar un paso más allá en su vida, se sentía aburrida.

Quería volver a estudiar, sentirse útil con cosas ajenas a las de una ama de casa. Él, por quererla tanto le avisó que se cansaría con tantas obligaciones. Las horas de estudio, los exámenes, los viajes de ida y vuelta, las horas dedicadas a la casa, los hijos que tanto la solicitaban, se estresaría, estaría mejor en su casa, él la cuidaría, no tenía que preocuparse con nada más.

Con el tiempo su aburrimiento fue creciendo, empezó a cuestionar su vida y se dio cuenta de que por quererle tanto a él se había olvidado de quererse a sí misma. Subió a su habitación, se llevó un vaso de agua y se tragó unas tantas pastillas.

Se acostó y cerró los ojos. Al quererle tanto había preferido acabar con su vida a contrariar al hombre que tanto la había amado.


© M.del Carmen B.García



A mi juventud...







En el déspota otoño de mi vida, miles de recuerdos clavados en mi ser se agitan. Duelen huesos y alma. Me roban el sueño, la paz, afectan mis sentimientos y corazón. Quimeras, tropiezos, caídas, todas las alegrías de un verano bravamente vivido y ahora presintiendo el próximo y definitivo invierno, me hago una pregunta. ¿Serviré al menos para alegrar con flores la primavera? (A mi juventud)





© M.del Carmen B.García

¿Te vas o te quedas?






"Estás presente pero dices que te vas.
Cuando cuento ya con tu partida, al final te quedas.
No te di permiso para jugar con mis entrañas.
Quiero que me digas adiós, que seas resolutivo,
aunque al final te quedes."





© M.del Carmen B.García

miércoles, 14 de junio de 2017

A mi padre...



Aquel sábado de Carnaval por la noche no me tocaba dormir en el hospital. Avisé a quien yo pagaba para relevarme algunas noches y fui en su lugar. Mi corazón me pedía que lo hiciera y lo hice. No tenía idea que después de unas horas pegada a su cabecera y apenada al verle con aquel incómodo tubo para respirar, al agarrar su mano hablándole con cariño para tranquilizarle, escucharía su estertor de muerte mientras él me miraba con una profunda tristeza al dar su último suspiro.
Una parte de mí se fue con él aquella noche,
en esa despedida. (A mi padre)






© M.del Carmen B.García


viernes, 9 de junio de 2017

La Luna de Diciembre...

         
Una diminuta ventana, una puerta de entrada ya hecha trozos con maderas envejecidas colgadas entre hierros descompuestos por la oxidación y decrepitud, incluso un agujero por dónde se podía ver entrar y salir un pequeño ratoncito buscando refugio, eran las únicas fronteras que separaban aquel mundo espectral al mundo real.

En ese cobijo se podía palpar el hollín que impregnaba todos los rincones de la única habitación y le daba al ambiente un aspecto siniestro.

En una mesa arrinconada y acompañada de una silla vieja, se veía un cúmulo de polvo, entre telarañas y gruesos sedimentos de velas que se habían esparcido al estar permanentemente encendidas en viejos tiempos, formando amorfas figuras sobre la mesa. A su lado, un horno muy antiguo y mugriento con restos de leña y papeles mal quemados abandonados a su suerte.

Las paredes ya muy antiguas daban paso a un aire muy escaso por algunos agujeros y hacían entrar algo de claridad en aquella minúscula habitación en la que también se veía únicamente un cuadro con la foto de un caballero de aspecto muy seductor, colgado frente a la mesa.

Encima de ella, delante de la única silla, cuadernos con escritos personales, una montaña de libros muy manoseados, cartas de amor intercambiadas y amontonadas. Una pluma metida en un tintero ya reseco hacían recordar que allí había vivido alguien aficionado a la escritura, a la lectura o un ser solitario y enamorado.

Ahora, los únicos propietarios de la vieja cabaña eran la oscuridad y la pesadez.

Detrás de una única e inmunda cortina que separaba el sobrio ambiente de la cabaña, se encontraba la habitación con una cama muy antigua de madera tallada. En ella, como la Bella Durmiente, olvidada por la humanidad o quizás por su príncipe azul, su dueña reposaba para la eternidad rendida al esperar en vano que se realizara su sueño más anhelado.

Descansaba allí hacía ya mucho tiempo. Tenía el pelo muy largo y grasiento. De sus manos salían alargados huesos, como si de una pianista se tratara. Llevaba puesto un vestido blanco hecho trizas por el pasar de los años y la descomposición, mismo que el frío de la montaña hubiera ayudado en su preservación.

En su rostro resequido, una expresión de tranquilidad y una sonrisa se habían inmortalizado. Era el semblante de quien se había mantenido y agarrado a una sola esperanza en vida. Se había ido de este mundo sin darse cuenta de no haberlo logrado. No demostraba sufrimiento, decepción ni dolor, porque había sido muy grande y desmesurada su esperanza de volver a ver su amado. Parecía feliz. Había muerto con la certeza de que su prometido volvería, en cualquier noche de diciembre. 

En una carta abandonada sobre la mesa, remitida por su amante, le hablaba de su gran amor, de sus viajes aventureras y le advertía que volvería pronto. Le haría una sorpresa así que entrara por su pequeña ventana el primer claro de una luna llena de diciembre. Hablaba de la felicidad y de la complicidad que por fin compartirían así que volviera a su lado, para que pudieran finalmente estar juntos hasta la eternidad.

Con esa dulce y romántica ilusión, había esperado por él durante muchos años, muchos diciembres y muchas lunas llenas. Le quería tanto y debido al noble sentimientos de los enamorados no se había dado cuenta, entretanto, que en ninguna de sus cartas, su prometido le había especificado en qué luna llena sería, mucho menos en qué año sería ese dichoso mes de diciembre.





© M.del Carmen B.García


jueves, 8 de junio de 2017

El miedo a vivir demasiado...




El miedo, ese espectro que te ronda la cabeza por las noches. Ese que te hace perder muchas veces el sueño, el descanso, la confianza en tu lucidez y que en muchas ocasiones incluso pone en duda los criterios de toda una vida. Miedo a morir sin cumplir todo lo que anhelas o peor aún, miedo a vivir demasiado.

El vivir demasiado, el sueño de todos o de muchos, puede al mismo tiempo ser un malogro. Reconozco lo fundamental que es vivir, pero vivir con plenitud, con dignidad, con sueños e ilusiones, con ganas de seguir adelante a pesar de la inmensa cantidad de tropiezos que se dan en la vida, de los desasosiegos contantes, de algunos o muchos arrepentimientos, pero siempre con una imprescindible y esencial esperanza.

A partir del momento en que la vida te prive de ese combustible vital, ese refugio trascendental de cualquier ser humano. En el momento en que ya no sepas de lo que tratan tus ilusiones, definitivamente, ya habrás vivido demasiado.

Has vivido demasiadas alegrías y disgustos, demasiadas ilusiones y desengaños, demasiados sueños inasequibles. Pero si llegas al momento de la desconexión total de una vida plena, dejarás ya de existir como alguien, dejarás de ser tú y pasarás simplemente a ser algo. Es justo ese "algo" el que me da miedo.

En absoluto sería yo sin mis recuerdos, mis alegrías, mis memorias, mis angustias, mis sufrimientos diarios, sin mis inquietudes constantes y hasta sin mis miedos. Cuando mis momentos de gloria y mi esencia me hayan sido arrebatados, cuando ,mi ánima ya haga parte del Universo y mis sueños ya no me pertenezcan, no sería más que algo vacío. Un resquicio, prácticamente un objeto desechable y eso sí, me da miedo, mucho miedo.

Olvidar quien fui, de las veces que me saltó el corazón por la boca, todo lo que vi y lo que toqué. Lo que viví, lo que olí, lo que sentí, lo que reí y lloré, lo que acepté y rechacé. Lo que caminé y retrocedí, olvidar a amigos queridos y tan presentes en mi vida. Olvidar los libros, canciones y películas que me hicieron llorar o reír, que calaron hondo y que moldearon mi sentir, lo que pienso y soy.

Olvidar a mis propios hijos y nietos, a mis grandes amores, hasta a los desamores y dolores. Esa no sería yo, en absoluto, ni siquiera una milésima parte de la chispa que me acompañó toda la vida, y eso sí, me da miedo, mucho miedo...


© M.del Carmen B.García