Era bella. Tenía hermosos ojos azules, una piel muy blanca y un rostro moldurado por un pelo rizado muy negro. Poseía también una educación y cultura que la distinguían del resto de la gente de aquel barrio proletario. Por dentro algo se le había roto, algo que jamás logró superar. Su marido, en cambio, no tenía muchos estudios, pero aprendía todo cuanto se proponía. Era honrado y muy trabajador.
Lo único que parecía unirles y separarles al mismo tiempo, era su única hija, una niña revoltosa y desasosegada que disfrutaba de la calle porqué en ella podía sentir la libertad que tanto amaba. Era difícil mantenerla en casa. La sentía demasiado pequeña para vivir sus aventuras bajo aquellos ojos azules.
© M.del Carmen B.García